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Segunda Época | Mes JUNIO/2017 | Año 3 | No. 27

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La historia no se inventa, se descubre

Yolanda Aguilera Iglesias

D. Rafael Cabrera, música y modestia

Enrique Orlando Lacalle

Enrique Orlando Lacalle Zauquest y Bayamo

Mario Cobas Sanz

El amigo de condesita

Mónica María Ramírez Aguilar

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La historia no se inventa, se descubre

Yolanda Aguilera Iglesias

Homenaje por el natalicio 107 de Enrique Orlando Lacalle, hombre que escribió con su esfuerzo, páginas de la historia de Bayamo.


Bayamo guarda en sus páginas diferentes historias de grandes acontecimientos, así como hombres que en diferentes facetas, dejaron sus nombres grabados para que germinen las semillas, a través de generaciones. Por ello es preciso valorar a Enrique Orlando Lacalle Zausquet, quien nació en San Andrés, Holguín, el 28 de junio de 1910, en el seno de una familia pobre.
Más tarde se traslada a Bayamo donde creció y se formó como investigador, recopilador, codificador, escritor y locutor; por lo que marca un lugar significativo en el historial de la radio y el periodismo.
Le alegraba la admiración que le ratificaban las personas por su trabajo. Esa respuesta del pueblo lo hizo consagrarse más a su profesión por lo que depositó amor por desentrañar cada página de la historia, para quedar satisfecho de su labor compartida con pruebas documentales y testificales, para hallar la verdad en cada momento.
Según testimonios, hacía revisar frecuentemente, la documentación y las partituras de Manuel Muñoz, orquestador del Himno Nacional y la papelería que era guardada en su librero. Cuando algo no comprendía intercambiaba largas horas con Radamés Cabrera y luego verificaba en voz alta para tener certezade lo que se había investigado. Al comprobar las fechas en cada documento, llamaba a Rafael y Mercedes, como, testimoniantes de lo que sabían sobre la guerra del año 1868.
Es preciso destacar algunos de los aspectos de su vida en la radio, desde sus inicios la CMKL, pionera de las emisoras en Bayamo e inaugurada el 10 de octubre del año 1937. Enrique Orlando se estrenó en el micrófono con la ayuda de Eustorgio Millán García, que era locutor y le impartió clases relacionadas con esta profesión; lo ayudó a conocer la importancia de la locución, alcanzó destreza y maestría en la expresión.
Aceptado por los radioyentes gracias a su carisma cosechó éxitos, pero en el año 1939 cesaron las transmisiones de esa emisora y al año siguiente el 12 de mayo de 1940 se abrieron las puertas deCMKX. El propietario de la nueva emisora era Oscar Vidal Benítez y allí obtuvo trabajo como locutor. Continuó el desarrollo de sus habilidades de comunicador, pudo dirigir un cuadro dramático, algunas comedias y esto hizo que renaciera el entusiasmo por la radio en el pueblo.
Luego del éxito dramatúrgico, inicia otro programa que titulado “Mundo Elegante Bayamés”, donde hacía un resumen de la vida social del pueblo, destacaba los onomásticos y reiteraba los logros familiares y locales así como los obituarios. El programa culminó el 5 de julio del año 1961, fecha en que fue nacionalizada la emisora. Adaptado y consagrado como un verdadero locutor y maestro por su integralidad en la conducción de cualquier programa radial. Demostraba sus conocimientos en cada presentación, pero siempre llevaba un libro bastante grande a los programas que era su compañero inseparable en el que guardaba, por orden alfabético, los nombres de las personas que felicitaba en las emisiones, con fechas exactas, aniversarios de distintos tipos y las efemérides.
En año 1947 su condición de locutor fue oficializada, la dirección de radio del Ministerio de Comunicaciones comenzó a citar el personal para evaluarlo, Enrique Orlando fue el primero en recibir la citación y, de la misma manera, fue el primero de Bayamo en presentarse. Resultó  seleccionado como uno de los mejores en la puntuación y desempeño.
También trabajó como maestro de ceremonias y actos. Se destacaba como periodista e hizo sus correspondientes estudios pues se dedicó a la dirección de programas radiales, declamador y escritor.
Escribió un libro dedicado con respeto y agradecimiento al director de bandas y fiel amigo Rafael Cabrera cuyo título es D. Rafael Cabrera, música y modestia, editado en Bayamo en el año 1969. Recuento del músico que llegó a ser capitán del Ejército Libertador, compositor, arreglista, promotor cultural y maestro, además destaca sus valores, relacionándolo con parte de su patrimonio musical, como fiel contribución a la historia de Bayamo y rescate del patrimonio local y nacional.
Otra faceta en detalle de este hijo ilustre de Bayamo es su amor por la historia, su elocuencia, paciencia e inteligencia para desentrañar cualquier dato. Tenía en su repertorio de lemas uno que fue su hilo conductor, hasta el final de sus días “La historia no se inventa; se descubre”.
Encontró antecedentes del árbol genealógico de algunas familias de Bayamo de mayor tradición, que fueron para el pueblo un rescate de identidad. Escribió su libro “Cuatro siglos de la historia de Bayamo”, un texto de consulta y reflexión que transporta al pasado y hace evaluar el presente lleno de veracidad, con un lenguaje sencillo y que no mantiene nada elitista en su prosa pero si un ferviente patriotismo  impregnado por el autor.
La totalidad de su investigación queda plasmada en cuatro tomos, encuadernados por orden alfabético que constituyen un tesoro patrimonial de consulta para los amantes y estudiosos de la historia de Bayamo.
Es importante resaltar que Lacalle no obtuvo salario por su labor como historiador hasta el año 1954. Fue el alcalde Blas ElíasThumas, quien le dio una plaza oficial de bibliotecario y divulgador en el Ayuntamiento.
Algo significativo es que coloca  antes de la firma; Morir por la patria es vivir, lo que demuestra su patriotismo.

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D. Rafael Cabrera, música y modestia

Enrique Orlando Lacalle

Se nace en cualquier parte, donde fije el destino o determinen las circunstancias. Ni la cuna o el lugar donde se haya radicado, conceden preeminencia; tampoco otorgan distinciones. Sin embargo, D. Rafael Cabrera disfrutó la satisfacción de nacer el día 9 de noviembre de 1872, en la heroica ciudad de Bayamo, la del ejemplo magnífico y trascendental de resolución.
En ese hermoso marco de oro, luce mucho mejor su modesta, pero destacada figura. Cuando aún guardaban calor las evocadoras calles y veneradas ruinas, por aquel epopéyico incendio con que sus moradores rubricaron el juramento de libertad o muerte; en tiempos de grandes incertidumbres y peligros; teniendo como mudos testigos  ennegrecidos ladrillos y maderas chamuscadas; en el pobre regazo de la nueva población que iba apareciendo de entre los escombros y desolación de la primitiva Bayamo, en ese ambiente mustio que la lucha independentista provocó, aparece quien había de ser al correr de los años uno de sus hijos más distinguidos en el arte musical.
En virtud de constituir el sentimiento del amor lo más delicado y sublime que atesora puede el pecho humano, D. Rafael Cabrera supo amar a la Creación, a la Patria, a la humanidad y a su familia con creciente preferencia.
Enrique José varona ha dicho que solo hay un modo de amar a Cuba, más también muchas maneras de servirla; por esa razón Don Rafael Cabrera la enalteció a través de la armonía musical, que fue para él: sino, dedicación y aliento.
La vena melódica la heredó de su progenitor. Cualidad que se vislumbró en él desde la más tierna infancia, y por ello, sin esfuerzo alguno, su padre comenzó a enseñarle los rudimentos musicales apenas tenido seis años. Sentado en sus piernas como contándole cuentos, le prodigaba aquellas lecciones, que el niño escuchaba complacido.
A su vez, aprendía las primeras letras en la escuelita particular que muy cerca de su casa mantenía la señora Agustina Causa. Esta maestra, doncella y beata, amante de los niños, así como de prodigar bondades, gozaba de gran estimación en el pueblo.
Sabiendo ya leer y contar, pasó a la escuela dirigida por el gran patriota bayamés D. Miguel de la Guardia y Góngora, situada en la calle de la Asunción (hoy del mayor general José M. Capote); y más tarde a la Escuela Municipal “San José”, dirigida por el profesor D. Daniel Costa y Abad.
Los estudios musicales comenzados por el padre, los continuó con su hermano y padrino Joaquín, destacado clarinetista, considerado uno de los mejores de Cuba, al que llamaban por el sobre nombre de “El Sinsonte del Clarinete”. El alumno fue digno del maestro, y si no le superó, aseguraban el no haberse quedado a la zaga. Tal dominio adquirió con el clarinete, pese a sus cortos años doce se sumaban en su vida, que en ocasión de altar uno de los músicos de la orquesta de su padre, enfermado en momentos decisivos para el cumplimiento de un compromiso, fue seleccionado para sustituirlo. Narraba D. Rafael las encontradas emociones desarrollas en su ánimo ante tal evento, en parte de temor por la gran responsabilidad en que le había colocado; y también de alegría, al ver convertido en realidad un claro anhelo, celosamente acariciado: tocar un día en la orquesta de su padre. Desde entonces le consideraron miembro de la misma.
Solamente contaba quince años, en esa edad crítica, inicio de grandes metamorfosis, de la inquietud y florida pubertad, tiempo que otros adolescentes dedicaban a devaneos mentales, malgastando energías creadoras, cuando asomaba la riente y fugitiva primavera, y ya el jovencito Rafael Cabrera en alas de la inspiración, en cuyas claridades muchas veces se bañó, escribía su primera obra musical: una danza; entonces agradable modalidad muy en boga. Tanto gustó esta composición que pasó a merecer el honor de incorporársele al repertorio escogido, y al compás de su contagiosa cadencia, bailaron- embriagados por ilusiones de juventud los bayameses de ayer.
Desde entonces, manteniéndose en dulces embelesos de melodías musicales, surgieron hasta el final de tan laboriosa vida, producciones de todas las clases; desde el himno escolar hasta la más selecta obra orquestal: un capricho sinfónico, una polka de varios valses, canciones, baladas, danza, danzones, pasos dobles, himnos, marchas militares, de procesión y fúnebres; en fin, cuanto abarca la extensa escala musical.

Nota: Fragmento tomado de D. Rafael Cabrera, música y modestia libro escrito por Enrique Orlando Lacalle.
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Enrique Orlando Lacalle Zauquest y Bayamo

Mario Cobas Sanz

Lacalle, siendo muy pequeño se traslada con sus padres a la ciudad de Bayamo, donde se hace archivista e investigador histórico autoinstruido. Se vincula en 1840 con el grupo Acento, movimiento intelectual más importante que existía en la ciudad. En 1947 publica Cuatro siglos de historia de Bayamo, volumen que marca una ruptura en la historiografía bayamesa, al emplear citas bibliográficas y documentales con informaciones inéditas, aparato referencial inexistente con anterioridad.
El 23 de julio de 1954, siendo dueño de la más extensa documentación relacionada con la historia de la ciudad es nombrado por el ejecutivo de Bayamo, bibliotecario y archivero de documentos antiguos e historiador de la ciudad con carácter honorario. A partir de este nombramiento se inicia una nueva etapa en la vida intelectual de Lacalle. En el año 1954 al ser enviado por el ayuntamiento al Archivo General de Indias, en Sevilla, España, trae más de mil microfilmes con documentos inéditos del siglo XVI y una extensa información que abarca hasta el siglo XVIII, en 17 libretas, escritas de su puño y letra, las cuales fueron donadas a la Oficina del Historiador de la Ciudad por Proenza con el objetivo de que se publicaran. Evaluada la propuesta por lo imprescindible de la información para el estudio de la historia local, regional y nacional se comenzó la transcripción de las libretas. Actualmente se culminó la número cinco, en ellas Lacalle recupera para la historiografía disímiles documentos sobre la historia de la ciudad durante el período colonial, escritos que han permanecido ocultos y que reseñan la evolución política, social y económica de la villa en un recorrido que hace escala en algunos de sus episodios y personalidades más destacados.

Las investigaciones que se realicen en la actualidad y en el futuro sobre la segunda villa fundada por los españoles en Cuba le serán deudoras a las 17 libretas transcritas por Lacalle en el Archivo general de Indias.
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El amigo de condesita

Mónica María Ramírez Aguilar

Ana Balbina de la Caridad Rodríguez Tamayo, quien fue maestra y concejal del Ayuntamiento de Bayamo, era una mujer querida por el pueblo de la ciudad de los coches; tanto así que por su delicadeza, buena expresión y elegancia en el vestir, la nombraron la Condesa.
Pero Ana tuvo el privilegio de contar con la amistad verdadera de Enrique Orlando Lacalle, el primer historiador oficial de la urbe Monumento Nacional y también la vida la premió con una nieta sabichosa e intranquila a quien el amigo de su abuela la llamara la condesita y establecerían una relación casi familiar.
En una tarde Ana Mola, la condesita de ocho años entonces, conoció a aquel hombre delgado y simpático que más adelante le impartiría clases de historia local y le inculcaría amor por su pueblo. Cuenta que “Lacalle primero trabajaba en el archivo, lugar al que se dedicó en cuerpo y alma, era muy cuidadoso con lo que hacía e incansable investigador; más tarde pasa a trabajar al Museo Casa Natal Carlos Manuel de Céspedes y allí impartía clases de historia de la ciudad a los trabajadores, pues el lugar abría a las tres de la tarde y de 1:00pm hasta la hora de apertura Enrique nos deleitaba”.
Asimismo atendía visitas y daba recorridos por la ciudad. “Tenía un programa en la emisora de radio dedicado a las familias bayamesas, pues gracias a las colectas realizadas por el pueblo él pudo ir al Archivo de Indias y trajo mucha documentación acerca del tema, era muy reconocido”.
Un vínculo estrecho se forjó entre ambos, en ocasiones Ana fue a su casa en busca datos y artículos para el Museo o para montar exposiciones. Cuando llegaba Enrique expresaba: llegó la condesita; qué quiere tomar la condesita, café, jugo; y con la misma picardía infantil mantenida le pedía algo que lo demorara para registrar los documentos y tomar lo que le hiciera falta.
“Su casa estaba convertida en un archivo donde todo el que iba encontraba algo que necesitaba, no decía que no, ni ocultaba información. La sala estaba llena de estantes con libros y documentos bien organizados, la cama se recogía con una palanca y quedaba mucho espacio, al pasar a su escritorio, ubicado en un cuarto, se transitaba por la puerta del baño que era como un escaparate y ahí también había libros; todo estaba marcado, organizado por etapas y es que él tenía toda esa  experiencia y dedicación”.
Parte de la documentación del Museo Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes, según la entrevistada, eran de Enrique Orlando. “El me los presta y luego de su muerte quedan allí”, decía, “el que pide prestado y no devuelve es la forma más elegante de robar”, y yo le robé elegantemente.
“Dedicó su vida a Bayamo, era muy preocupado por la historia de la ciudad y que se conservara. Fue locutor de radio y maestro de ceremonia. Tuvo sus cosas, pero el amor por la ciudad está por encima de todo. En cierta ocasión, una periodista de La Habana visitó el Museo, después fue a su casa y lo entrevistó, y él le dijo: haz tenido el privilegio de venir aquí con la condesita, y al terminar expone: Bayamo es el pueblo de la leyenda donde todo es y no es”.
Nacido en Holguín pero desde muy joven se traslada para Bayamo, donde la pasión por ese pueblo se apoderó de su ser, de tal forma que no pudo irse o desprenderse de la historia que lo rodeaba, de su cultura y su gente. Murió considerándose bayamés y a su sepelio asistieron los pobladores que lo querían, respetaban y admiraban. Junto a él o más bien él junto a ella, su amiga la condesita, quedó con los documentos robados pero también con el recuerdo de un hombre que supo enorgullecer y enorgullecerse de la tierra donde vivía.

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Boletín Acento . Oficina del Historiador
Bayamo M.N., Cuba. 2017
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